Qué podemos hacer nosotros para evitar que nuestra alimentación no sea motivo de contaminación
¿Sabíais que la comida que habitualmente digerimos también perjudica a nuestro medio ambiente?
El cambio climático está haciendo que las estaciones del año no sean como hace unos cuantos años atrás, en esta época debería ser normal empezar a ponernos nuestros abrigos y nuestra ropa de invierno lo que socialmente diríamos “cambio de armario” pero si nos damos cuenta, hay días en los que hace un calor que no se puede ni estar a determinadas horas en la calle, octubre se esa convirtiendo en un mes de tirantes y la primavera y otoño poco a poco están desapareciendo. Pasamos del frío al calor sin apenas darnos cuenta.
Este cambio de temperatura, nos afecta en todos los ámbitos de la vida, entre ellos, perjudica negativamente en los campos y huertos de todo el mundo y les obliga a tomar medidas drásticas e incluso costosas para enfrentarse a las sequías, altas temperaturas y a las heladas.
El cambio climático y en particular el aumento de temperaturas de nuestro planeta afecta a la agricultura de diversas formas y por lo tanto a la seguridad alimentaria de las personas. La tierra por definición se esta calentando y los fenómenos climáticos extremos son cada vez mayores. Esto afecta negativamente a la agricultura ya que, por ejemplo, un campo de cultivo se puede ver sometido en poco tiempo a una sequía y a una inundación por lo que en general, la agricultura necesita un clima estable o predecible para producirse correctamente.
Hablemos de la ganadería: Otro factor que se encuentra insostenible y participa en gran medida al deterioro ambiental. Ya no solo la producción de carne influye negativamente en el planeta, sino también el tratamiento, empaquetado y distribución que se le da a la carne utilizada como alimento. La industria de la carne es una de los mayores contaminantes del mundo. El consumo de ésta agrava la mayoría de los problemas ambientales como la deforestación, la erosión, la escasez de agua potable, entre otros.
En la pesca: La temperatura de los océanos cada vez es mayor. Las zonas heladas se derriten y el nivel del mar aumenta. Se están produciendo cambios en la salinidad del agua y los océanos se están volviendo más ácidos. Debido a estos y otros muchos efectos, se observan cambios en la distribución de los peces y consecuencias negativas para muchos arrecifes de coral y otros organismos, que modifican el desarrollo de las especies marinas. Y todo esto, modifica la producción pesquera y pone en riesgo la salud alimentaria.
Y preguntareis: Vale, ¿Qué podemos hacer nosotros para evitar que nuestra alimentación no sea motivo de contaminación?
Para empezar, la deforestación, el uso de fertilizantes en la agricultura, las emisiones de metano y óxido de nitrógeno, las actividades industriales y la construcción de infraestructuras en áreas urbanas está provocando que el suelo se esté convirtiendo en un generador de emisiones de efecto invernadero en lugar de absorberlas.
Nuestra dieta sufrirá a medida que avance el cambio climático, sobre todo en la calidad y el abastecimiento. El calentamiento global en el futuro se dejará notar en una reducción del rendimiento en particular en los trópicos, en el aumento de precios de los alimentos, en la pérdida de calidad de los nutrientes y en las alteraciones en la cadena de suministro. Estas consecuencias serán más drásticas en los países de ingresos bajos de África, Asia, América Latina y el Caribe. Por eso, se ha puesto en el punto de mira la importancia de que la humanidad busque una «dieta equilibrada» basada en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible en sistemas que generen pocas emisiones de gases de efecto invernadero. El uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y de otra índole supone el 23 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. El suelo no solo nos da alimento, sino que además absorbe a través de procesos naturales una cantidad de CO2 equivalente a prácticamente una tercera parte de las emisiones de dióxido de carbono causadas por la quema de combustibles fósiles y la industria.
Desperdicio de alimentos
Los expertos explican que este cambio en la alimentación debería ir acompañado de un crecimiento demográfico reducido y una disminución de las desigualdades, así como de una mejor nutrición y un menor desperdicio de alimentos. Una tercera parte de los alimentos producidos en el mundo se echa a perder o se desperdicia, y la reducción de este fenómeno supondría una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero y ayudaría a mejorar la seguridad alimentaria.
Con una dieta equilibrada, además de ir hacia un sistema alimentario sano, se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, pero sin renunciar a la protección de los bosques y los ecosistemas naturales.
Irene Martínez Verdasco