Misión: salvar la Tierra
La actual situación de pandemia, debida al Covid-19, sugiere cientos de panoramas, impregnados de la tristeza y ansiedad que tanta muerte e incertidumbre provocan -inevitablemente- sobre una población que empieza a estar cansada de todo. Siendo pragmáticos -aún teniendo claro el enfrentamiento a factores de causalidad externos- se debería dirigir la mente hacia un planteamiento de medidas de supervivencia y rescate, donde se encuentra implícita la capacidad de participación activa.
Se trata -exactamente- de aprovechar la excepcional coyuntura que el virus ha generado. Dar una vuelta de tuerca al asunto y empezar a actuar van de la mano. ¿Actuar sobre qué? La respuesta es clara: sobre las consecuencias derivadas del irresponsable paso por la Tierra de la raza «inteligente» a la que da cobijo.
Si algo enseña la experiencia de estos meses de evidente desasosiego, es a frenar un estrepitoso ritmo que nos envuelve en un devenir de acciones descontroladas y desvirtuadas por completo de la razón de su existencia.
Gracias a los científicos que estudian el efecto invernadero y sus causas, se sabe que la raza humana se encuentra incluida en la lista de factores desencadenantes del cambio climático. Y la posición de escalada es indeseablemente elevada. La fuente de este origen reside en las firmas isotópicas de los gases, es decir, la cantidad relativa de átomos livianos y pesados en su composición; la cual, ha revelado que en el transcurso de los años el incremento de CO² ha ido parejo al descenso de dicha proporción, cuyo desenlace directo son las altas cantidades de hidrocarburos. Este resultado incide -de manera evidente- en la capacidad del suelo para reflejar la energía solar.
Precisamente, el pasado mes de octubre tuvo como centro de atención la lucha contra este cambio provocado, en gran medida, por el calentamiento global del planeta. Los estudios realizados resaltan el inquietante aumento de CO² acaecido desde la época de la Revolución Industrial; incremento que ha provocado un alarmante ascenso de la temperatura terráquea en los últimos 150 años. De hecho, los recientes meses de confinamiento han demostrado -con creces- la capacidad de auto-regeneración del planeta, lo que sustenta las teorías de la desafortunada huella humana como factor impulsor de las emisiones de gases, los cuales se quedan atrapados en la atmósfera, y del aterrador avance del deshielo del Ártico. Es un dato alarmante la previsión de su completo deshielo en verano para no mucho más allá del medio siglo.
Es -como poco- para pensarlo. Según los expertos, España tendría la capacidad de revertir en un 8% las emisiones. La situación obliga a tomar cartas en el asunto e implicarse de lleno en proyectos de desarrollo de un modelo climático adaptado, para disminuir la concentración de CO² que ya alcanza las 416 partes por millón por volumen de aire.
Tal vez, conocer de primera mano algunas de las consecuencias serviría para terminar de convencer a los escépticos (si aún no lo han hecho). El más evidente de los desenlaces corresponde al aumento de la temperatura (1,5º en el Ártico), que disminuye el albedo; éste aumenta el deshielo que -a su vez- disminuye el albedo; retroalimentando el calentamiento. Añadido a esto, fluyen graves consecuencias ecológicas que afectarán directamente sobre los poblaciones de mamíferos marinos: los deshielos derivarán en la creación de nuevas rutas de tráfico marítimo, que ejercerán una seria amenaza a la supervivencia de estas especies, habitualmente desacostumbradas a la presencia humana.
Conociendo el alto grado de la incidencia humana como origen de este desastre y sus secuelas, sería de sabios rectificar (como dice el refrán, sabio por sí mismo, como todos). Y, ante el irrefutable hecho de la imposibilidad de volver atrás, sería lo correcto comenzar a modificar la conducta para -poco a poco- aplicar medidas de rescate del medio ambiente, políticas de economía sostenible y acuerdos que garanticen las adecuadas proporciones de los hidrocarburos, inversiones en energía limpia e infraestructuras eficaces, etc.
Todo esto requiere -sin duda- de un esfuerzo colectivo que modifique el rumbo desatinado que se ha cogido por costumbre. De este modo, quedaría el camino libre a la influencia natural de otros factores que la misma Tierra utiliza para equilibrar las condiciones climáticas que -a su vez- sirven de sustento y protección de los seres que la habitan. Como se ha dicho, es un perfecto ejercicio de feedback.
Al hilo de estas propuestas, es digno mencionar que España se encuentra inmersa en la implementación de la Agenda 2030; que recoge los Objetivos de Desarrollo Sostenible programados por la UE. Es, por tanto, tarea de todos hacerlos realidad y aplicar en los actos rutinarios las diferentes dinámicas dirigidas a la re-construcción del planeta; así como de obligado cumplimiento ejercer como embajadores de la campaña y servir de ejemplo a las generaciones del futuro.
Redacción: Eva Mª Muñoz Izquierdo
Colaboración: Dária Efimova y Oksana Chechil
Referencias:
https://maldita.es/malditaciencia/2020/10/21/cambio-climatico-origen-humano/
https://www.youtube.com/watch?v=YLFLxQ0t07A&feature=emb_logo
https://elpais.com/elpais/2018/07/03/ciencia/1530596814_185032.html