Turismo de masas, ¿dónde está el límite?
Estamos en plena temporada de vacaciones de Navidad y el turismo vuelve a aumentar de una manera importante, dando lugar a un fenómeno donde el turismo ha alcanzado proporciones desmesuradas, como está ocurriendo en Palma de Mallorca, París, Dubrovnik, Kioto, Berlín, Bali y Reikiavik.
Debido a ello hace unos años ha nació un nuevo concepto, el overtourism o saturación turística que se define como “el crecimiento excesivo de visitantes que hace que un lugar se masifique y los residentes sufran las consecuencias y cambios permanentes en sus estilos de vida, su bienestar social y su acceso a los servicios y bienes comunes”. Las denuncias suelen referirse a la congestión y privatización de espacios públicos, a la presión a que se someten las infraestructuras y a la exclusión de los residentes del mercado inmobiliario.
Respecto al turismo de cruceros, por ejemplo, miles de personas desembarcan cada día en los puertos de ciudades turísticas marítimas aportando muy poco a las ciudades en las que atracan y generan contaminación y residuos.
Además, son los ciudadanos los que tienen que asumir el coste del crecimiento del turismo. Los medios de comunicación han venido usando el concepto de turismofobia para etiquetar la ola crítica en muchas ciudades del Sur de Europa. Esto se une al incremento de la especulación inmobiliaria y al aumento de los costes de vida para los residentes de los destinos de acogida. Es el caso de Airbnb en Madrid o en Barcelona por ejemplo, al cual se le acusa de reducir el acceso a la vivienda y de desplazar a los residentes dónde se ha tenido que cambiar la legislación para evitar el abuso de ésta en un futuro próximo o como en Palma de Mallorca dónde se ha aumentado la tasa turística o la redefinición de las políticas de marketing en la ciudad de Amsterdam.
Estas medidas, a menudo son promocionadas como potenciales soluciones. Si bien, por un lado, parecen estrategias que buscan regular el crecimiento desmesurado del sector, por el otro, parecen no ser necesariamente eficaces a largo plazo.
Por otro lado, sabemos que el turismo genera puestos de trabajo, inversiones y beneficios económicos en los destinos de acogida… pero la saturación turística está mostrando los límites de este crecimiento. No obstante, si la llegada de turistas a las ciudades disminuyera considerablemente de golpe, repercutiría negativamente en la economía de los que viven de ello.
La saturación turística es una responsabilidad compartida. Los gobiernos municipales y regionales, los agentes turísticos de los destinos de acogida deben ser conscientes de que existen límites de crecimiento y de que la prioridad ha de ser los residentes por encima de las necesidades de los operadores del sector y controlar que el número de visitas coincida con la capacidad del destino.
“El turismo es parte de un sistema de gobernanza urbana que, además, involucra el transporte, la movilidad, los espacios públicos, las economías locales y la vivienda, entre otros aspectos. Es fundamental planificar y propiciar el dialogo entre los representantes públicos, el sector privado, la sociedad civil y los residentes sobre el modelo de ciudad. Una ciudad, que pueda vivir con el turismo y no solamente de turismo” – Claudio Milano, consultant in tourism of School of Tourism and Hospitality